La llegada del otoño no sólo significa un cambio de estación para mucha gente. Los días empiezan a ser cortos y fríos, las hojas caen, el paisaje cambia y, todo ello, después de los largos y soleados días de verano, es normal que tengamos una sensación de tristeza o melancolía.
Muchos dirán que están deprimidos, y es cierto que, estos cambios ambientales, junto con otros factores, pueden ser promotores de una depresión. Pero démosle el término depresión la importancia que tiene.
La depresión es una enfermedad en la que el individuo, en un momento dado de su vida, padece sentimientos graves y prolongados de tristeza, que afectan a su capacidad para relacionarse, trabajar o afrontar el día a día.
Las causas que producen una depresión son diversas, y no se excluyen unas a otras. Hay una explicación bioquímica que ayuda a entender muchos casos. Es decir, las personas deprimidas tienen niveles alterados de algunos neurotransmisores, que son importantes para muchas funciones del cerebro. Estos niveles pueden ser alterados de forma hereditaria (ya que también puede existir una base genética), pero determinadas vivencias o situaciones de la vida, poder producir estos cambios bioquímicos e impulsar a sufrir una depresión. Por ejemplo, una pérdida familiar, la pérdida de un trabajo o la falta de capacidad de adaptación a determinados cambios, podrían ser algunas de estas vivencias. Por otra parte, el consumo de drogas, padecer determinadas enfermedades (parkinson, tuberculosis, …) o tomar determinados medicamentos, también podrían inducir una depresión.
Según todas estas causas, se pueden diferenciar tres tipos de depresión:
Depresión mayor: el origen es más biológico y con mayor componente genético. Mantiene una cierta relación con la estación del año.
Depresión reactiva: está causada por una mala adaptación a circunstancias ambientales estresantes.
Distimia: es un cuadro depresivo de menor intensidad pero mayor duración (> 2años). Tiene una estrecha relación con el carácter de la persona y el estrés prolongado.
El tratamiento dependerá de las características de la depresión y será personalizado. Por tanto, es fundamental que haya una adecuada relación y comunicación entre el médico y el paciente. Básicamente el tratamiento se basa de psicoterapia y farmacoterapia. La psicoterapia ofrecerá al paciente seguridad, confianza, comprensión y apoyo emocional. El tratamiento farmacológico se basará en la utilización de antidepresivos, ansiolíticos y otros fármacos coadjugants como son el carbonato de litio o los psicoestimulantes.
El efecto de los antidepresivos no es inmediato, se deben tomar en la dosis adecuada durante 3 o 4 semanas, y en algunos casos hasta 8 semanas para que se produzca un efecto completo. Una vez la persona se sienta mejor, es importante continuar con el medicamento durante 6 meses como mínimo para prevenir las recaídas. Una vez se ha llegado a este tiempo, la suspensión del tratamiento se hará de manera gradual, y bajo la supervisión del médico.
Para cualquier duda que se pueda originar derivado del tratamiento que se esté utilizando (efectos secundarios, falta de efectividad, etc), la farmacia tiene un papel importante. Asimismo, cuando el paciente deprimido se encuentra inmerso en sus pensamientos negativos, y todavía no es consciente de que lo que realmente tiene es una enfermedad, en la farmacia daremos los mejores consejos para que sepa qué camino debe seguir y pueda, junto con la ayuda de otros profesionales, volver a ver la luz.
La superación de una depresión puede ser un período largo, y con mucha probabilidad de recaídas, pero la completa recuperación es posible. Por ello, desde la Farmacia Adell queremos transmitir ánimos y mucha energía positiva, para todas aquellas personas con depresión que creen que nunca más volverán a ser quienes eran. Con ayuda y tratamiento, poco a poco recuperarán su vida anterior, y podrán olvidarse de la mala etapa que han pasado.